viernes, enero 28, 2005

Por Cierto ...

Como ya se habrán enterado pasé un par de días sin Internet y después otros dos completamente enviciado en el juego “fable”, así que no me había podido conectar por circunstancias de fuerza mayor.

Antes que nada quiero publicar en este espacio, para el conocimiento de todos ustedes, que cierto ratón se ha metido en serios problemas. Cierta persona que conozco está planeando una venganza de tal magnitud que a lo mejor ese día los pozos sulfurosos surgen anticipadamente a la superficie terrestre para vomitar demoños burlones que gustosos le van a rendir tributo.

Plaga de Roedores Traicioneros

Si yo padeciera de esta plaga, esto es lo que haría:

1) El clásico zapatazo.
2) Esparcir ratoneras con un anzuelo apetecible al especimen en cuestión.
3) Esparcir un potente veneno en el area plagada.
4) Corretearlo hasta que cruze alguna avenida transitada.
5) Soltar a un gato hambriento en la zona afectada.
6) Comprar una escopeta y esperar pacientemente a que este se asome de su agujero.
7) Meter una manguera de bombero en su agujero y abrir el paso del agua.
8) Tomar un prenda "fashion" y arrojarla al vacío desde un lugar muy alto.
9) Recolectar firmas para vetar "Queer eye for the straight guy" en México.
10) Esperar a que llegue de San Luis y enfrentarlo a mi esposa.

viernes, enero 21, 2005

La Maldición

La maldición cayó sobre ellos el día en que el maestro se postró solemnemente frente al grupo, espero a que los alumnos guardaran silencio; ese silencio panteonero que surge cuando los alumnos descubren la maldad, pura, simple y catastrófica, detrás de la aparente expresión de sabiduría de los maestros. El profesor esperó con paciencia digna de quién se sabe que está a punto de dar un golpe mortal y maldijo al grupo. Más de uno, entre los cuales se encontraba la mosca, sucumbió instantáneamente ante las palabras del profesor; los demás decidieron emprender una cruzada por su salvación.

En un primer momento recurrieron a la sabiduría de la religión, pero ningún libro santo, hasta entonces escrito, fue capaz de siquiera sugerir un esbozo de solución. Inclusive algunos representantes de la divinidad, en sus intentos intentar comprender el conjuro enemigo se vieron afectados por éste. Uno a uno cayeron desde la divinidad debido al peso de la maldición y perecieron debido al impacto.

El grupo de malditos fue exiliado del terreno santo, en grupo corrieron al cubículo del profesor y le suplicaron que les levantase la maldición. El maestro se negó rotundamente. Ellos, en su desesperación intentaron amenazas, a las cuales el profesor respondió con una carcajada tétrica y les incitó a que intentaran lo peor. El grupo consciente de su derrota emprendió cabizbaja retirada.

El tiempo siguió su curso y cada vez quedaban menos en el grupo. Algunos se separaban de éste para seguir su búsqueda por cuenta propia, jamás se volvió saber de ellos; los cadáveres de otros se podían encontrar en el camino, aplastados sin misericordia en un momento de flaqueza, evidencia de la peregrinación maldita. Un puñado arrastraba los pies hacia una nueva meca.

Llegaron al fin después de muchas luna e incontables sacrificios, humanos y no humanos, al laberinto de la sabiduría. En la entrada yacía un viejo cuyos ojos, magnificados impresionantemente por los lentes que portaba, recorrían de arriba abajo a los malditos. Una sonrisa burlona cruzaba su arrugada cara y con voz chirriante le anunció al pequeño grupo que era libre de pasar a buscar una solución a la maldición, si a cambio accedían a dejar sus alimentos y bebidas fuera del lugar y a guardar silencio dentro del recinto, de lo contrario El Librotauro les robaría el alma. Algunos, al saberse incapaces de cumplir con el mandato se dejaron caer al suelo al pie de la torre y esperaron a que la maldición les robara la poca vida que les quedaba.

Dentro del laberinto el grupo se fue separando. La escasa iluminación, ya que la sabiduría se obtiene al adivinar lo que dicen los libros, provocó que algunos perdieran al grupo. Otros cayeron víctimas de la desesperación al toparse con una muralla de libros pasta dura. Los volúmenes enmohecidos se encargaron de devorar a unos cuantos. Ocasionalmente escuchaban los gritos de agonía de los que quebrantaron las reglas y cayeron víctimas de El Librotauro.

Solo uno salió con vida, y al hacerlo el viejo le dijo que la salvación no se encontraba en los libros, sin embargo necesitaban entrar y darse cuenta por si mismos; desafortunadamente solo él era lo suficientemente fuerte para continuar con la búsqueda. El maldito asintió en señal de comprensión y sin decir palabra abandonó el recinto de los conjuros y las recetas alquímicas abandonadas por la historia.

La gente aun comenta como de un grupo tan grande, que al principio corría de un lado a otro en búsqueda de la salvación, poco a poco fueron mermando sus filas; como después quedaban solo unos cuantos que arrastraban sus pies, con la mirada perdida en el horizonte en espera de un milagro, y finalmente como solo quedaba uno. El maldito, que en ocasiones se arrastraba en el suelo, en ocasiones caminaba y en ocasiones gateaba, según las energías que tuviera. La esperanza y la cordura abandonadas en el camino, solo con el propósito de encontrar la salvación, de no sucumbir ante la maldición.

Después de muchos años, cuando ya había perdido su juventud, el último maldito se dirigió al cubículo del profesor dispuesto a rendirse y morir frente a su ejecutor de antaño. Dio unos débiles golpecillos en la puerta y espero a que le contestaran, como no hubo respuesta abrió la puerta y entró. En la silla del maestro se encontraba un esqueleto que tenía años en aquella posición, vestido en las viejas ropas del profesor y sentado tras su escritorio como en espera de que alguien entrara. Frente al esqueleto, posado discretamente en el escritorio, se encontraba un viejo libro. El último maldito lo tomó y ojeó un par de páginas, eran las memorias del profesor en búsqueda de la salvación. Entonces el entendimiento llegó a él. Se vistió con las ropas del esqueleto y fue a impartir clases.

La Profunda Irrelevancia del Pensamiento

He aquí un algo producto de mi insomnio para que mediten:

"Pienso, luego existo." Pero si el sentir viene antes del pensar, ¿eso quiere decir qué no existen los sentimientos ni los sentidos? Entonces ¿cómo es posible pensar si lo que antecede al pensamiento no existe? Peor aun, ¿el pensamiento existe por si solo o tampoco existe? ¿Acaso es el pensamiento la negación de la existencia?